Soroa (Cuba)
DE LA ISLA ESPAÑOLA
En la isla Española, que fué la primera, como dijimos, donde
entraron cristianos e comenzaron los grandes estragos e perdiciones destas
gentes e que primero destruyeron y despoblaron, comenzando los cristianos a
tomar las mujeres e hijos a los indios para servirse e para usar mal dellos e
comerles sus comidas que de sus sudores e trabajos salían, no contentándose con
lo que los indios les daban de su grado, conforme a la facultad que cada uno
tenía (que siempre es poca, porque no suelen tener más de lo que ordinariamente
han menester e hacen con poco trabajo e lo que basta para tres casas de a diez
personas cada una para un mes, come un cristiano e destruye en un día) e otras
muchas fuerzas e violencias e vejaciones que les hacían, comenzaron a entender
los indios que aquellos hombres no debían de haber venido del cielo; y algunos
escondían sus comidas; otros sus mujeres e hijos; otros huíanse a los montes
por apartarse de gente de tan dura y terrible conversación. Los cristianos
dábanles de bofetadas e puñadas y de palos, hasta poner las manos en los
señores de los pueblos. E llegó esto a tanta temeridad y desvergüenza, que al
mayor rey, señor de toda la isla, un capitán cristiano le violó por fuerza su
propia mujer.
De aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar
los cristianos de sus tierras: pusiéronse en armas, que son harto flacas e de
poca ofensión e resistencia y menos defensa (por lo cual todas sus guerras son
poco más que acá juegos de cañas e aun de niños); los cristianos con sus
caballos y espadas e lanzas comienzan a hacer matanzas e crueldades extrañas en
ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños y viejos, ni mujeres preñadas
ni paridas que no desbarrigaban e hacían pedazos, como si dieran en unos
corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada
abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría
las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las
piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros, daban con ellas en
ríos por las espaldas, riendo e burlando, e cayendo en el agua decían: bullís,
cuerpo de tal; otras criaturas metían a espada con las madres juntamente, e
todos cuantos delante de sí hallaban. Hacían unas horcas largas, que juntasen
casi los pies a la tierra, e de trece en trece, a honor y reverencia de Nuestro
Redemptor e de los doce apóstoles, poniéndoles leña e fuego, los quemaban
vivos. Otros, ataban o liaban todo el cuerpo de paja seca pegándoles fuego, así
los quemaban. Otros, y todos los que querían tomar a vida, cortábanles ambas
manos y dellas llevaban colgando, y decíanles: "Andad con cartas."
Conviene a saber, lleva las nuevas a las gentes que estaban huídas por los
montes. Comúnmente mataban a los señores y nobles desta manera: que hacían unas
parrillas de varas sobre horquetas y atábanlos en ellas y poníanles por debajo
fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos en aquellos tormentos,
desesperados, se les salían las ánimas.
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