Fragmentos
de lo in(con)cluso
Desde
los mitos de Creación al rosario de los monos
Osvaldo
Burgos
Día 0.
Prólogo.
Todo lo
que es, devino de aquellos siete días. O seis.
Seis
días deseantes sucedidos en tres series de dos que forman un gesto
único, un único movimiento que nunca se completa: el abrazo en el
que somos –el tiempo-, la distancia en que ocurrimos –el ser-, la
búsqueda de lo que fuimos –el nombre-.
Ninguna
mitología cuenta otra cosa. No hay pensamiento que haya logrado
salir de ahí.
Al fin
de cuentas, pensar es algo que hacen los hombres, las mujeres. Y un
hombre, una mujer no son sino -ellos también- fragmentos de lo
in(con)cluso que se empeñan en pensarse. - ¿Cómo pensar, cómo
decir, las doce horas de luz de cada día? Preguntó Eva, Pandora,
Yara, intuyendo el descrédito de los que contarían su historia.
-
Contando lo que sus doce horas de tiniebla callan, contestó Adán,
desconociendo los límites de su mandato.
Todo lo
que es, devino del recuerdo de aquellos siete días. O seis.
Seis
días deseantes sucedidos en tres series de dos, que formaron un
gesto único: letra, sílaba, palabra.
Y en el
séptimo día –el de la pura contemplación- la pretensión de lo
imposible: el descanso, el desprecio, la tierra liberada.
El
abandono. Sentada en mis rodillas, como la Belleza de Rimbaud, ella
–Yara, Pandora, Eva- apartó de sus labios tanta injuria, y
entreabriéndolos, dijo: - Tengo miedo.
Entonces
entendí que nada de lo que alguna vez ha sido, puede ser dicho del
todo.
Y al
amparo de sus ojos sin amparo supe que ya no me acecharía la muerte.
Sino su mitad
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