Miles de personas acompañaban el feretro del difunto esperando que fuera el último de sus viajes.
Miles de personas guardaban el más absoluto silencio al paso de la comitiva. Ni un susurro no querían que despertase.
Los acompañantes, armados de picos y palas para ayudar al sepulturero a herir las entrañas de la tierra, a poder ser hasta llegar a regiones de fuego, esperando, rogando a la vez, que allí no fuera lugar de descanso, que fuera sitio
para conseguir esta vez sí,
justicia, esta vez terrena
Estaban organizados. Los de los picos, a un lado del agujero ya tenebroso que empezaba a tener forma. Los de las palas aliviando de tierra el lugar donde enterrarian al difunto.
Pico clavado en el suelo, pala que liberaba la tierra ya removida.
Y así, en silencio, de una forma pausada y eficaz, esperaban los miles de sepultureros voluntarios restantes.
La caja de nogal sin cruz ni bandera, esperaba ser bajada
al averno, mientras la fosa ganaba en profundidad.
Todo en un silencio sepulcral
Ni un hisopo con agua bendecida, ninguna lágrima de persona agradecida, Sólo se oyó un grito desgarrado que con voz potente dijo. "tanta paz te llevas como tranquilidad nos dejas... Cabron"
( continuara)
Josep Lleixà Fernández
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